nairobi in flames

Llamaradas de política, historia, filosofía, ciencia y alguna que otra idea incendiaria

regalos

«El intercambio nos permite cancelar nuestras deudas. Nos ofrece una manera de quedar en paz: es decir, de acabar la relación. […] Por esta misma razón, uno puede preferir no cancelar las deudas con los vecinos. Laura Bohannan describe su llegada a una comunidad tiv, en la Nigeria rural; las vecinas comenzaron a llegar inmediatamente con pequeños regalos: “dos mazorcas de maíz, un calabacín, un pollo, cinco tomates, un puñado de cacahuetes”. Como no tenía ni idea de lo que se esperaba de ella, les dio las gracias y anotó en un cuaderno sus nombres y lo que le habían traído. Finalmente, dos mujeres la adoptaron y le explicaron que todos aquellos regalos, en efecto, tenía que devolverlos. Sería tremendamente inapropiado aceptar simplemente tres huevos de un vecino y no devolverle nada. No era necesario devolver huevos, sino que se podía llevar algo de un valor similar. Uno podía incluso llevar dinero (no había nada de malo en ello) siempre que lo hiciera pasado un cierto tiempo, y, sobre todo, que no llevase el precio exacto de los huevos. Tenía que ser un poco más o un poco menos. No devolver nada sería como admitir que es uno un explotador o un parásito; llevar el equivalente exacto sería sugerir que ya no quería tener nada que ver con la vecina. Las mujeres tiv, como aprendió, pasaban gran parte del día caminando kilómetros hacia casas distantes, para devolver un manojo de ocra o un puñado de monedas, “en un interminable círculo de regalos en el que nadie devolvía el valor preciso de lo último que se le había prestado”, y al hacerlo se encontraban creando continuamente su sociedad.»