la base del coloso
«Sin embargo, el que tanto os domina no tiene más que dos ojos, dos manos y un cuerpo, todo lo que tiene hasta el último de los hombres que habitan el infinito número de nuestras ciudades, además de las ventajas que le proporcionáis para destruiros. ¿De dónde hubiera sacado tantos ojos para espiaros si no se los hubierais dado vosotros? ¿De qué modo tendría tantas manos si no os las cogiera a vosotros? Los pies con los que recorre vuestras ciudades ¿acaso no son también los vuestros? ¿Cómo llegaría a tener algún poder sobre vosotros si no fuera por vosotros mismos?
[…]
Os debilitáis para que él sea más fuerte y duro a fin de manteneros a raya más fácilmente, y de tanta indignidad, que hasta los animales se avergonzarían de sufrirla de ser capaces de sentirla, podríais liberaros sin siquiera intentar hacerlo, simplemente queriendo hacerlo. Decidíos, pues, a dejar de servir, y seréis hombres libres; no quiero que lo pulvericéis o le hagáis tambalear, sino simplemente que dejéis de sostenerlo y lo veréis, cual un gran coloso privado de la base que lo sostiene, desplomarse y romperse por su propio peso. Pero los médicos aconsejan encarecidamente no poner la mano en heridas incurables y quizá no actúe con prudencia al intentar aconsejar a los que han perdido desde hace mucho tiempo todo conocimiento y ya no sienten su mal, lo cual nos indica que su enfermedad es mortal. Investiguemos, pues, cómo pudo la voluntad de servir arraigarse hasta tal punto que el amor por la libertad haya dejado de ser un hecho natural.»