el silencio en la montaña (I)
«A medida que subíamos nos sentíamos más cansados, y ahora, como dos auténticos escaladores, ya no hablábamos ni teníamos que hablar y estábamos alegres y, de hecho, Japhy lo mencionó volviéndose hacia mí tras media hora de silencio:
— Así es como más me gusta, cuando no se tienen ganas ni de hablar, como si fuéramos animales que se comunican por una silenciosa telepatía.
Y así, entregados a nuestros propios pensamientos, seguimos subiendo.»