nairobi in flames

Llamaradas de política, historia, filosofía, ciencia y alguna que otra idea incendiaria

el pan de pueblo

«Los hombres de campo y los urbanitas, que están separados por tantas cuestiones culturales, tienen unos hábitos culinarios distintos en lo que al pan se refiere. Al aldeano no le gusta el bocadillo porque es un comer precipitado y urgente. El campesino descansa cuando come, lo hace pausadamente, con ritmo, a su tiempo. Si almuerza al aire libre busca una buena sombra, se enjuga el sudor, se lava las manos, se medio tumba en la hierba y utiliza el pan como plato y la navaja como único cubierto. El hombre de campo come en silencio y con pulcritud, se concentra en el yantar, mastica con parsimonia. El hombre de campo, cuando emigra a la ciudad, se encuentra con el caos del tráfico y las prisas del bocadillo. Al principio se lleva la fiambrera a la obra pero después se adapta y va perdiendo poco a poco el pelillo de la dehesa, se va desprendiendo poco a poco de la música de la naturaleza que lleva dentro y desemboca en la gastronomía de las urgencias, en las apreturas del autobús, en la obscenidad de las distancias cortas, en las tristezas sin motivo, en el bocadillo. Al campesino, al final, del campo sólo le queda la navaja y la nostalgia, la nostalgia del pan de pueblo.»