e-ducación
«Hace ya casi un siglo, Paul Valéry se preguntaba si la máquina no alteraría las virtudes humanas que obligaban al uso del vigor, la habilidad, la atención y la constancia; y agregaba: “¿Qué será de nuestros hijos? ¿Qué harán? ¿Cuáles serán sus trabajos, sus fuentes, sus relaciones con la materia y con la energía?”. Es muy probable que Valéry se horrorizase si pudiese contemplar nuestros cibernéticos tiempos y aquello en lo que se han convertido nuestros hijos; y es que para el gran poeta francés el propósito de educar no era la forja de seres utilitarios, sino excitar una sensibilidad que vibrase ante la contemplación de la belleza. Para la consecución de ese propósito, la perseverancia, el rigor, la responsabilidad, el aislamiento, la concentración y el esfuerzo eran, y son, elementos indispensables. Sin embargo, la máquina ofrece justo lo contrario, y bastará con echar un vistazo a las directrices diseñadas por los burócratas ministeriales para comprobar que inundar las aulas de ordenadores, power-points y ofrecer clases “dinámicas”, “interactivas” y “divertidas” se ha convertido en objetivo central de la “educación”.
Cercando a los niños de aparatos electrónicos corremos el riesgo de atrofiar irremediablemente su capacidad de imaginación, trocando el dominio de sí y la atención por la evasión y la dispersión; una troca digna de elogio si se pretende formar individuos crédulos y consumidores compulsivos, presas dóciles para la propaganda comercial y política, pero nefasta si lo que se desea es azuzar las pasiones sensibles y conmover el corazón.»